No contento con “cargarse” el
festival folclórico internacional de los Pirineos en tiempo récord, ahora las
desmesuradas e incontroladas ansias de nuestro ínclito alcalde por fagocitar o
destruir directamente todo proyecto, toda iniciativa o toda entidad que busque
el interés general de los jacetanos, ahora, decimos, ha dirigido el punto de
mira de sus camufladas armas de
destrucción social masiva hacia otra de las “joyas de la corona” con que
cuenta, desde hace años, la capital jacetana: el Palacio de Congresos. El afán
por aniquilar toda idea o instrumento que sirva para lograr el beneficio social
que tanto necesita precisamente ahora la sociedad jacetana, sobre todo su
dañado tejido empresarial, aumenta de manera exponencial conforme va cubriendo
etapas la insuficiente y contestada gestión del actual alcalde jaqués al frente
de la ciudad.
En el caso del festival, sólo
fueron necesarios unos pocos meses de dedicación al tema por parte del primer
edil jacetano para conseguir tirar por los suelos lo que tantos años había
costado levantar con el esfuerzo de tantos jacetanos. Ahora veremos qué ocurre
con el palacio de congresos, asistiremos en los próximos meses al angustioso y
penoso espectáculo de comprobar si en esta ocasión será capaz de batir su
propio récord de ineptitud para arruinar y hundir el patrimonio sociocultural
de toda Jaca, que pertenece a todos los jacetanos, quienes, por ello mismo,
están en la obligación de defenderlo y no dejárselo maltratar ni malgastar.
Hace poco, el alcalde ha
declarado que existen otros modelos de gestión. Efectivamente, eso es lo que
necesita, desde hace ya demasiados años, el Palacio de Congresos de Jaca, un
modelo de gestión que el alcalde no ha presentado, ni explicado, ni detallado
bajo ningún concepto. Y entramos en el quid de la cuestión porque, quizá, para
el interés general de los jacetanos, a pesar de su gravedad, no sea lo peor la
negligente actuación del actual alcalde sobre el Palacio, incluidas dos
indecentes “cacicadas” en menos de dos años, sino precisamente la falta de gestión
que padece desde hace tiempo el palacio
de congresos que ha impedido que este valioso activo pudiera aportar sus
rendimientos al cómputo de contribuciones positivas en las cuentas de la
estimada explotación turística, social, cultural y económica de Jaca y la
Jacetania, que puede desprenderse de una administración institucional y pública, al servicio de la ciudad.
Desde luego, lo que está
meridianamente claro es que entre los modelos de gestión que invoca pero no
cita ni explica el señor alcalde no se encuentra, en absoluto, ninguno en el
que sean el propio alcalde ni ningún concejal los máximos encargados de la
gestión de un palacio de congresos; esto ni existe ni existirá en ningún lugar
civilizado porque no se sostiene ni política, ni social, ni empresarialmente,
no tiene sentido y, además, porque lleva unívocamente al estrepitoso fracaso en
la gerencia de una entidad con las características de la susodicha. Si, además,
en el caso concreto de Jaca, tenemos en cuenta la demostrada capacidad de
gestión, el nivel de preparación de los ediles encargados y la experiencia
aportada en parecidos menesteres en sus avezadas trayectorias profesionales, el
naufragio, la ruina y la catástrofe están tristemente asegurados.
Un alcalde y un equipo que, hasta
ahora, durante su mandato, no han sido capaces de abrir un centro de juventud que
llevan dos años anunciando, que impiden y detienen la ampliación de la
guardería municipal y ahora van a realizar esas obras multiplicando su coste
económico, que tampoco han sabido en este tiempo poner en marcha la fase final
del nuevo cuartel de la policía, una obra también prácticamente acabada en
legislaturas anteriores, que pueden alardear del penoso reconocimiento de haber
convertido, con rapidez, el programa municipal de actividades culturales en un
aburrido, anodino e insípido catálogo de mediocridades de cuarta categoría, que
han cosechado suculentas sanciones económicas administrativas por su mala
gestión laboral, lo que ha costado al erario público, es decir, a todos los
jacetanos, más de quince mil (15.000) euros, en un flagrante capítulo de
despilfarro público, no pueden, de ninguna manera, adueñarse de la gerencia de
un palacio de congresos si de verdad se pretende que la gestión vaya en
beneficio de la ciudad y de los ciudadanos.
Las cosas son mucho más fáciles.
Cuando se pretende lograr objetivos en cuestiones serias, como es esta que nos
ocupa, no se pueden plantear inventos raros sin fundamento. Como popularmente
se dice, los experimentos, en casa y con gaseosa… En el caso del Palacio de
Congresos de Jaca, se ha hecho perder ya
mucho a Jaca y a los jacetanos y, si se sigue así, se perderá mucho más. Es tan
fácil como poner a un profesional del sector, de demostrada experiencia y
reputación, al frente de la dirección de la institución y marcarle unos
objetivos razonables de obligado cumplimiento. Hace falta alguien que cuente
con experiencia y preparación en el sector turístico nacional e internacional,
en la organización de eventos, en acciones de promoción y márketing, en
comunicación, en relaciones institucionales, en la dirección de empresas y
sociedades, en la organización de viajes, que conozca suficientemente el
entorno de Jaca y Aragón, que tenga conocimientos y esté al día sobre la
industria turística, así como de la realidad cultural y, si puede ser, que
conozca los mínimos imprescindibles del funcionamiento de un palacio de
congresos. Alguien que cuente con buena parte de esas características y rasgos
en su “curriculum” podría desempeñar perfectamente el cargo y obtener
beneficios para la ciudad.
Como fácilmente puede
comprenderse, esta trayectoria profesional difícilmente puede cumplirla un funcionario
municipal, quienes cuentan con otras virtudes. Seguro que por ahí comienza el
error. Jaca podía sacar pecho y presumir de que tenía palacio de congresos
cuando en España sólo tenían instalaciones de este tipo ciudades como Madrid,
Barcelona, Málaga, Sevilla, Valencia y poco más; el 90% de las capitales de
provincia no lo tenían. Entonces comenzó a funcionar el palacio jaqués y Jaca supo
sacar provecho de ello. Pero, más tarde, durante muchos años, mientras la
geografía española se iba llenando paulatinamente de palacios de congresos en
prácticamente todas las capitales, Jaca dejó de sacar partido a su palacio y
durante muchos años, hasta la actualidad, no supo desarrollar la fuerza y
energía que le daban el tener un palacio de congresos para optimizar los
resultados de su turismo, de su promoción, de su comercio y de su actividad
económica en general; pero tampoco supo sobrepasar el listón de ciudad pequeña
en acciones culturales y sociales, utilizando el palacio de congresos, arma que
ninguna otra ciudad de su tamaño tenía en el entorno próximo, ni siquiera la
capital de la provincia. En esos años, las ciudades que inauguraban palacios de
congresos multiplicaban enésimamente sus potenciales turísticos, sociales,
culturales, económicos y laborales. Sabían jugar su ventaja; gracias a estos
centros de desarrollo aumentaron su prosperidad y su florecimiento. Todas menos
Jaca.
Mientras tanto, por el camino, a
un alcalde se le ocurre que iba a elegir al director de la entidad, cargo de
confianza, entre los funcionarios del ayuntamiento. Las nada cristalinas razones de aquella medida no se
correspondieron en absoluto con el fin de elevar los objetivos de la gestión
del palacio, en beneficio de la ciudad, como demuestran los resultados
obtenidos y las críticas llegadas desde diferentes y amplios sectores
turísticos, comerciales, sociales, políticos
y empresariales de fuera de Jaca.
Y, ahora, el actual alcalde, tras
destituir al llegar al gobierno municipal a la directora existente, cuya
profesionalidad y capacidad estuvieron fuera de toda duda durante un largo
periodo de tiempo, primero nombra para desempeñar este trabajo a un ímprobo y
ejemplar funcionario, además de ciudadano modélico, cuya trayectoria
profesional poco o nada tenía que ver con lo que supone la gestión de palacios
de congresos, injusta víctima de estos desvaríos políticos, sin darle ningún
tipo de directriz más que la de no gastar nada, sin cumplir escrupulosamente,
ni mucho menos, los requisitos del procedimiento estipulado para esta designación
(primera fase de la cacicada) y, después, tras una corta experiencia, lo
destituye alegando falta de confianza (segundo tiempo de la cacicada) y decide, sin hacer caso a aquello de "don Preciso se murió"..., que el alcalde, es decir, él mismo, la concejala de cultura y la de fiestas van
a hacerse cargo de la dirección del palacio jaqués (fin de la cacicada).
Pero, más allá de la grotesca
solución, el panorama todavía empeora porque, ante tal cúmulo de despropósitos,
no nos consta, más allá de alguna pregunta lanzada al aire en algún programa de
radio, que ningún representante político de los jacetanos haya pedido
explicaciones, de manera formal, al alcalde o al equipo de gobierno por estas
desafortunadas disposiciones que no
hacen más que agravar el desgobierno de la ciudad y perjudicar arduamente los intereses
de Jaca y los jacetanos. Este post no es más que la transcripción o el reflejo
de lo que lleva comentándose por todas las esquinas y bares de la ciudad
durante las últimas semanas; teniendo en cuenta el elevado número de barras de
bar por metro cuadrado de que disfruta la capital jacetana, podemos deducir
que, visto lo visto, el pueblo jacetano hace mucho más de oposición que los
propios grupos políticos locales que se oponen al equipo de gobierno en el
ayuntamiento jaqués.
Como la sabiduría popular suele
acertar, nos acordaremos de que en el caso del célebre festival internacional de
Jaca, que citábamos al principio, los jacetanos no tardaron en determinar que
el alcalde lo había convertido en “un festival de Barrio…”, haciendo un juego
de palabras con el nombre del primer edil; pues ahora podremos decir, siguiendo
con el chiste popular, que el flamante palacio de congresos jacetano se nos
quedará, en poco tiempo, si nadie lo remedia, en un “cine de Barrio…”