"Las ideas no duran mucho. Hay que hacer algo con ellas".
Santiago Ramón y Cajal. Premio Nobel de Medicina en 1906, para orgullo de Jaca y los jacetanos.

lunes, 12 de agosto de 2013

Clama al cielo

No sería demasiado correcto, siguiendo la tradición católica, decir que si Jesucristo tuviera la más mínima sospecha de lo que están haciendo unos y otros con el Seminario de Jaca, se removería en su tumba (por eso de la Resurrección). Eso sí, seguro que se le revolvería el estómago de ver en qué se ha convertido lo que en otro momento fuera uno de los símbolos de las épocas de máximo esplendor de Jaca, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, con un valor sentimental tan impresionante como lo que fue y significó para los jacetanos hasta hace unos pocos años.
Unos pocos años en los que la especulación ha llevado a la ruina del monumento jaqués, ha acabado con la grandeza de lo que significaba, y lo peor de todo, ha enterrado la infancia y la adolescencia de tantos jacetanos que se formaron en sus aulas y que jugaron un día en su hoy ultrajado campo de fútbol.
"Mi templo es para rezar, y no una cueva de ladrones". Profética frase del inolvidable musical Jesucristo Superstar que describiría a la perfección la sensación que apenas unos años después iba a experimentar cualquier persona de bien que haya venido observando cómo se ha dejado morir el Seminario, por desidia o simplemente por ambición. Sin posibilidad de resurrección. Sin perdón posible para los responsables directos de esta situación: el Obispado, por dejadez, y el Ayuntamiento, por permisividad. Porque si en vez de ser vos quien sóis, fueran ustedes o nosotros los propietarios de semejante verguenza, ya se hubieran tomado las medidas necesarias en virtud del interés y la seguridad pública. Una seguridad muy entredicho porque, salvo por el tapiado de huecos y el muro nuevo (actuaciones realizadas más bien para evitar que sea difícil colarse y que los comportamientos vandálicos contribuyan al deterioro del inmueble que para preservar la integridad de los que pasan cerca), el Seminario es hoy un vertedero, un foco de infecciones e insalubridad y un peligro para los viandantes de la calle Goya, por el desprendimiento de cristales y cascotes del propio edificio cuyos restos, a menudo, decoran la acera colindante. Con la iglesia hemos topado. Y siguiendo con el recurso bíblico, el Seminario, no milagrosamente, si no gracias a actuaciones negligentes y a la dejadez del Obispado y a la desidia de Ayuntamiento, podría verse como el resultado de los pecados capitales, de los aberrantes vicios humanos que ya describiera Tomás de Aquino. Resultado de la avaricia, de la gula de caudales, de la lujuria entendida como Dante Alighieri, que era aquel comportamiento que anteponía el amor a cualquier otra cosa terrenal antes que a Dios mismo, en plena vorágine inmobiliaria. También nos sugiere hoy el maltrecho Seminario la pereza de las autoridades por actuar, la ira que causa en el ciudadano semejante aberración, la soberbia de sus gestores por dejarlo morir antes de malvenderlo y la envidia...la envidia que es el origen de todo el proceso, la envidia que ha podido llevar a alguno a cambiar el voto de pobreza por la corbata del broker inmobiliario. Vamos, que clama al cielo.
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